Filed under: Iñaki Azkuna
Durante estos últimos años de vacas gordas, muchos llegaron a pensar que todo era posible en la economía, y que la racha alcista se mantendría ad infinitum. Pero la crisis actual nos demuestra una vez más que el ser humano es el único capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. La codicia de una parte del sector bancario, la desastrosa política económica e internacional llevada a cabo por Estados Unidos durante los últimos años y la explosión —prevista y previsible— de la burbuja inmobiliaria en España nos han colocado en una situación de incertidumbre que posiblemente tendrá consecuencias en los años 2009 y 2010.
Durante la crisis que azotó la economía vasca en los años 80 y 90 del siglo pasado, éramos muchos los que estábamos convencidos de que seríamos capaces de renacer de nuestras propias cenizas industriales. Y así ha sido. En el caso de Bilbao, en poco más de una década, hemos asistido al nacimiento de un nuevo modelo de ciudad, con un urbanismo más armónico, con más y mejores infraestructuras culturales, turísticas y de ocio, un Bilbao más intercomunicado, abierto a la nueva sociedad del conocimiento y de la tecnología, un Bilbao que ha recuperado la confianza y la ilusión por el futuro de todas las personas que viven y trabajan en la Villa.
Sin duda alguna, el Museo Guggenheim ha tenido mucho que ver con todo lo que ha pasado en Bilbao y en Euskadi en estos últimos diez años. Es verdad que el cambio había empezado antes, primero con la limpieza de la Ría y luego con el Metro, pero el Guggenheim colocó a Bilbao en el mapamundi de la cultura y de la vanguardia arquitectónica internacional. Naturalmente, todo esto ha cambiado el panorama empresarial, con nuevos negocios relacionados con la hostelería, el turismo, el ocio, la cultura, el arte, la tecnología y la sociedad del conocimiento. En este momento, contamos con un imponente capital social y humano con el que seremos capaces de abordar los retos del futuro, incluso en esta época de vacas flacas.
A finales del siglo pasado, después de años de crisis y recesión que dejaron a Bilbao convertido en un enorme cementerio de instalaciones industriales, los bilbainos fuimos capaces de recuperar la ilusión por un futuro que empezábamos a vislumbrar como posible y necesario. Y nos pusimos manos a la obra.
Ahora nos toca dar de nuevo la talla, apostando con decisión y con solidaridad por un futuro mejor para todos. A pesar de las dificultades, Bilbao se enfrenta ahora a su segunda transformación, un proceso que se extiende por todos los barrios de la Villa. Sólo la confianza en nosotros mismos como sociedad y como pueblo logrará dotarnos de la ilusión y del coraje necesarios para salir airosos de la primera gran crisis económica del siglo XXI.
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